Retablillo de don Cristóbal
de Federico García Lorca
En colaboración con Titirimundi
¿Fue Federico García Lorca el héroe rescatador de una tradición moribunda, al empeñarse en integrar los títeres de cachiporra en el gran teatro de su tiempo, o más bien el intelectual que acabó con lo poco que quedaba del referente popular, poetizando al más ácrata de nuestros grandes personajes teatrales? En esta dualidad debemos movernos, y este es nuestro punto de partida para encerrarnos en la sala de ensayos e intentar entender lo que el autor propone desde sus textos dedicados al teatro de muñecos (Cristobícal-Burla, Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita, y Retablillo de don Cristóbal).
Nihil novum sub sole, dice el Eclesiastés, y han sido muchos los grandes nombres del panorama escénico español, tanto del teatro convencional como del ámbito de los títeres, que han recorrido este camino antes que nosotros. Nao d´amores, con humildad, con respeto pero sin miedo, se sumerge en esta apasionante experiencia para valorar su sentido dramático, que condensa la mirada crítica, satírica y popular, que tanto necesita nuestra escena contemporánea.
No somos, ni pretendemos ser,una compañía de títeres, sin embargo, nuestro lenguaje, marcado por la teatralidad más directa, sintética y primaria, ha estado desde siempre ligado al ámbito del teatro de muñecos. En este año 2021, con motivo de la celebración de nuestro XX Aniversario, regresamos a nuestros orígenes para adentrarnos en una reflexión escénica en torno a este arte milenario, en nuestro empeño por aprender jugando.
Este ejercicio de indagación teatral está dedicado a la memoria de Julio Michel, titiritero, maestro y amigo que dignificó las artes de la marioneta en España, y consiguió que toda una generación criada en una ciudad donde no había cines ni teatros, aprendiese a soñar otros mundos posibles, y que muchos hayamos dedicado nuestra vida a las artes escénicas en sus más plurales caminos.
Ana Zamora
INTRODUCCIÓN.
Este Retablillo de Don Cristóbal, es una fiesta lorquiana donde se mezclan tradición y modernidad. Un experimento teatral, bello y poético, a la par que festivo y gamberro, planteado desde la rigurosidad de las fuentes históricas y literarias, dedicado a la memoria de Julio Michel, titiritero, maestro y amigo que dignificó las artes de la marioneta en España.
Con el sello inconfundible de Nao d’amores, la poética naif del poeta granadino, y los títeres de cachiporra, se construye esta pieza fresca y desenfadada.
El montaje, ideado y dirigido por Ana Zamora como colofón a su trabajo de investigación en la Real Academia de España en Roma, está interpretado por Eduardo Mayo, Verónica Morejón e Isabel Zamora, y cuenta con el equipo habitual de colaboradores de la compañía; Alicia Lázaro en la dirección musical, Vicente Fuentes da forma a la palabra, Deborah Macías diseña el vestuario, Pedro Yagüe firma el diseño de iluminación, y David Faraco capitanea la asesoría del trabajo con los títeres y diseña el espacio escénico, con la compañía de Ricardo Vergne en la construcción de los muñecos.
NIHIL NOVUM SUB SOLE: UNA PROPUESTA ESCÉCNICA PARA LOS TÍTERES DE LORCA.
Nao d´amores no es una compañía de títeres, sin embargo, nuestro lenguaje, marcado por la teatralidad más directa y primitiva, ha estado desde siempre ligado al ámbito del teatro de muñecos. Como equipo artístico que desarrolla una concepción teatral basada en la diversidad de lenguajes escénicos, tenemos que, de vez en cuando, darnos un espacio para el juego, para la experimentación en territorios que nos saquen de nuestro ámbito de especialización.
¿Fue Federico García Lorca el héroe rescatador de una tradición moribunda, al empeñarse en integrar los títeres de cachiporra en el gran teatro de su tiempo, o más bien el intelectual que acabó con lo poco que quedaba del referente popular, poetizando al más ácrata de nuestros grandes personajes teatrales? En esta dualidad debemos movernos para intentar entender lo que el autor propone desde sus textos dedicados al teatro de muñecos (Cristobícal-Burla, Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita, y Retablillo de don Cristóbal).
En nuestro empeño por aprender jugando, nos sumergimos en aquello que rodea a la histórica figura del héroe nacional don Cristóbal Polichinela, y su chillona voz, ejecutada con la tradicional lengüeta titiritesca, que ha marcado la identidad del personaje desde sus orígenes en la Commedia dell´arte. Un recurso sonoro que amplifica, deshumaniza, y se convierte en peculiar vía de expresión en este tipo de teatro popular, donde el ritmo, lo musical, lo onomatopéyico, están por encima del psicologismo… y hasta de la comprensión de las propias palabras, que don Cristóbal escupe como exabruptos. Parece que el propio Lorca tenía gran pericia en el manejo de la lengüeta, un elemento de expresión vocal que se puede documentar en España al menos desde comienzos del siglo XVII, y que hoy continúa siendo patrimonio escénico de los titiriteros.
Nihil novum sub sole, dice el Eclesiastés, y han sido muchos los grandes nombres del panorama escénico español, tanto del teatro convencional como del ámbito de los títeres, que han recorrido este camino antes que nosotros. Nao d´amores, con humildad, con respeto pero sin miedo, se sumerge en esta apasionante experiencia para valorar su sentido dramático, que condensa la mirada crítica, satírica y popular, que tanto necesita nuestra escena contemporánea.
FEDERICO GARCÍA LORCA Y EL TEATRO DE TÍTERES[1]
Todos los testimonios coinciden en señalar el temprano interés que Federico manifestó por los títeres. Dos fueron las pasiones de su infancia: el teatro de marionetas y la música.
Cuando en 1919 comienza a redactar La ínfima comedia, que en el futuro se titularía El maleficio de la mariposa, concibe el borrador como una pieza para títeres. Si bien la idea quedó sólo en proyecto, ya que se representaría con actores en su versión definitiva, puede decirse que Lorca se acercó por primera vez a los escenarios como autor de teatro de títeres.
El epistolario lorquiano evidencia el interés continuo del poeta, desde 1921 en adelante, por rescatar esa zona experimental de la farsa: el teatro de marionetas. Ese año Federico comienza a fraguar, en colaboración con Manuel de Falla, el proyecto de un Teatro Andaluz de Títeres, para el que empieza a escribir un texto prácticamente desconocido: una burla para marionetas titulada Cristobícal. De agosto de 1922 data el primer manuscrito de la Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita, de la que se conocen tres reelaboraciones posteriores.
El 5 de enero de 1923, tuvo lugar en el salón de la familia un acontecimiento nada anecdótico en la historia de la escena española contemporánea. Tres artistas colaboraron en aquella estilizada recreación de una fiesta popular de marionetas. Federico trabajó como autor, director artístico y titiritero; Manuel de Falla fue director de orquesta y ejecutante, y el pintor Hermenegildo Lanz se encargó de la escenografía y de las figuras de los muñecos. La representación del entremés —entonces atribuido aún a Cervantes— Los dos habladores, de La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón y del Auto de los Reyes Magos no fue más allá del domicilio privado ni superó la función única, pero quedó inmortalizado a través de documentos fotográficos y periodísticos.
La actitud de Falla y Lorca ante los títeres es cercana, aunque no idéntica, a la de Valle-Inclán. Se trataba de unir la tradición del teatro de marionetas con los movimientos europeos de vanguardia, recogiendo las raíces antiguas para responder a nuevas necesidades éticas y estéticas, en un deseo de ruptura con la dramaturgia imperante de la época. El teatro de títeres es una de las modalidades más cultivadas por los autores más radicalmente renovadores del primer tercio del siglo XX. Los dramaturgos de vanguardia adoptan una actitud de indudable aire infantil que se enfrenta al canon del teatro burgués y al clásico tradicional, desde una decidida intención de volver a los orígenes del género y a la pureza del rito dramático. Desde el siglo XVII los teatros ambulantes de marionetas encarnaban un rechazo del arte oficial. A lo largo del siglo XIX asumirán un doble interés: el de sátira de la sociedad, y el del gusto por el folklore y el arte popular. La línea provocadora antiburguesa será la que conecte en Francia con el teatro de marionetas de Alfred Jarry, que se opone al arte convencional desde nuevas concepciones dramáticas. El interés por las marionetas como forma de experimentación teatral suscitará en Maeterlinck el deseo de suprimir al actor humano, teoría que Gordon Craig llevará a términos extremos. La fiesta de títeres granadina supo aunar modernidad y tradición: el rescate de lo popular quedaba estilizado dentro de una búsqueda del primitivismo artístico en cuyas fuentes bebían las corrientes más radicalmente vanguardistas del momento.
Desde 1924 hasta 1936, Lorca intentó repetidamente escenificar sus títeres en salas de teatro de vanguardia. Tras el nacimiento oficial de La Barraca en 1931, el teatro ambulante universitario representó una sola vez el Retablillo de don Cristóbal, obra metateatral donde late toda una teoría dramática. Fue tras el regreso del poeta de su viaje a Argentina, en un homenaje que los intelectuales le ofrecieron en el Hotel Florida, el 12 de abril de 1934. La obra había sido llevada por primera vez a las tablas en Buenos Aires, el 25 de marzo del 34, en una función única que fue recreación y transfiguración de aquella fiesta de títeres de 1923 en casa de los padres del poeta.
Con respecto a la temprana Tragicomedia de don Cristóbal, de 1922, el Retablillo muestra una mayor preferencia por la expresión cruda y descarnada. El Retablillo, recobra el carácter libre y autónomo de los personajes y la estructura fragmentaria de la farsa guiñolesca, la raíz tradicional del género que Lorca desea rescatar. En esta obra desaparecen los elementos más convencionales, ajenos a la herencia del repertorio guiñolesco, con su ruptura del marco dramático mediante las interpelaciones al público y la consiguiente incorporación del espectador a la dinámica de la escena.
Los títeres no son, desde el punto de vista lorquiano, un espectáculo menor, sino una vía de experimentación artística que vuelve a las raíces del teatro como ceremonia ritual donde se involucra a los espectadores. No se trata de una afición pasajera en su corpus dramático: el género se halla presente desde los inicios de su andadura teatral, sin que en ninguna de sus etapas deje de cultivarlo. Corre paralelo a las restantes direcciones en que Lorca trabajó por la renovación dramática en España, y siempre, desde su prolongada presencia, detentó un relevante protagonismo entre los intereses del poeta.
La postura de Lorca frente al teatro de títeres fue la de insubordinación ante las formas oficiales, en favor de manifestaciones que rompiesen el horizonte de expectativas de su tiempo. Con una intención crítica, reclama un retorno a los orígenes, a ese plano de libertad creadora absoluta del diálogo de los muñecos. Las marionetas desbordan todos los límites del teatro convencional y postulan una amplia frontera sin términos fijos, abiertamente desafiante. Las palabras de los títeres subvierten el lenguaje: a través de los insultos, groserías y juramentos, la transgresión se convierte en norma. La fiesta de títeres se convierte en un espacio de transgresión, pues escapa al orden de la representación teatral y a su control. Se invierten las jerarquías de la lógica, se profanan los términos de la ceremonia, construyéndose una visión del mundo alternativa que atenta contra la autoridad del discurso oficial mediante el mecanismo de las palabras en libertad y de la risa.
La experimentación del teatro de muñecos recorre toda la producción de Lorca. Todavía en 1935, un año antes de su muerte, trabaja en una nueva versión de la Tragicomedia de don Cristóbal. En aquellos años las vanguardias europeas descubrían las fascinación de los locos y del primitivismo, de la búsqueda del paraíso perdido de todas las infancias. Con su teatro de títeres, Lorca sugiere al espectador que incorpore la poesía y la libertad imaginativa de la infancia a su espíritu, como forma de regreso a la autenticidad.
[1]Extractos de La carnavalización del teatro: los títeres y la ruptura del canon dramático. Un artículo de
Ana Gómez Torres. Universidad de Málaga. http://www.anmal.uma.es/numero12/GOMEZ.htm
LA MÚSICA DE DON CRISTÓBAL
Abordar la música de un espectáculo con tantas referencias sonoras – las que seguramente están en la mente de cualquier aficionado o teatrero que haya transitado por la obra de García Lorca - es casi tan complicado como enfrentarse a los que carecen en absoluto de ellas. Pero en ambos casos el abordaje es parecido, si queremos hacer del mundo sonoro de la obra un experiencia creativa que aporte nuevas visiones a la dramaturgia, de la que la música es también parte.
La primera y principal pregunta que nos hacemos desde el equipo creativo, en cualquier caso, es siempre la misma: ¿Qué experiencias, qué datos, qué vivencias, qué contenidos y qué formas contienen, de forma directa o colateral, los personajes, las situaciones, el momento histórico del autor, y los antecedentes del género?. En definitiva: ¿dónde buscar datos que aporten algo nuevo/viejo al montaje?.
Dos impulsos, dos pulsiones contrastadas, aparecen claramente desde el inicio de nuestro trabajo de búsqueda, y ambas movilizaron la creatividad de los autores, músicos, escritores, poetas, de la Edad de Plata: el aparente conflicto entre “Modernidad” y “Tradición”.
En lo musical, las investigaciones del proto-musicólogo Felipe Pedrell (1841-1922) abarcaron tanto la música tradicional como el gran legado del renacimiento, e inspiraron a autores como Turina, Granados, Albéniz, Falla, en eso que hoy conocemos como “nacionalismo musical”. Y por otra parte, la modernidad, que en aquellos años venía, evidentemente, de París, sin olvidar la fascinación que el “proto-jazz” de Scott Joplin ejerció sobre muchos de los autores de esta generación.
Con estas dos rutas de navegación musical (hacia adelante / hacia atrás) nos hemos embarcado en la búsqueda de referencias. La musicología española ha avanzado ya algo desde Pedrell, y hoy podemos bucear más y mejor en la música del pasado. El hallazgo de una seguidilla de Luis Missón, “Seguidillas nuevas de Purchinela” fechada en 1762 y destinada sin duda a algún intermedio teatral, nos permite no solo adelantar algún año la presencia de Don Cristóbal en la escena madrileña, o escuchar las intervenciones musicales del propio títere, insertadas en la partitura original, sino también sospechar que en ese legado de tonadilla escénica debían aparecer algunos de los otros personajes, caracteres, emblemas, situaciones, como efectivamente ha sido.
Los “matachines”, música de saltimbanquis, venidos de aún más atrás, del siglo XVII, el tambor titiritero, o la guitarra de las barberías, completarán el “mundo tradición” . Eric Satie y Scott Joplin nos acompañan en lo que fue modernidad para los autores de aquel momento. Y a Miguel López, profesor, pianista, compositor, debemos alguna aportación moderna al mundo de las canciones tradicionales.
Disfruten. Y dígannos sus penas, que a las de Don Cristóbal daremos albergue en este montaje.
Alicia Lázaro
Dramaturgia y Dirección Interpretación Trabajo de títeres y espacio escénico Arreglos y dirección musical Trabajo de voz y palabra Vestuario
| Iluminación Títeres Coreografía Realización de vestuario Realización de escenografía Dirección Técnica Producción Ejecutiva Distribución
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Espectáculo para todos los públicos (aunque no se muestran imágenes explícitas, el texto de Federico García Lorca hace referencia constante a lo escatológico, lo sexual y la violencia connatural al teatro de títeres tradicional). Duración 60 minutos aprox. | |||
Dedicado a la memoria de Julio Michel | |||
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CON LA COLABORACIÓN DE: |
LA PRENSA HA DICHO SOBRE RETABLILLO DE DON CRISTÓBAL...
CINEMAGAVIA: “El alma lorquiana de los títeres”. María Zapata Clavería, 26/04/2022
Sobre el escenario un retablo colorido nos traslada al mundo popular de los títeres convirtiéndonos en espectadores de estas exhibiciones callejeras de la tradición más ancestral. Isabel Zamora al piano se encarga de poner la banda sonora a esta loca historia de amor y enredos. La música, diseñada por Alicia Lázaro, también nos traslada al mundo de las fiestas populares, donde las canciones tienen una importancia capital
Eduardo Mayo y Verónica Morejón interpretan a todos los personajes, pasando de uno a otro de forma fluida y sorprendente. Los títeres cobran vida mágicamente ante nuestros ojos y la simbiosis entre actores y marionetas crea un efecto fascinante.
La compañía Nao d`amores no nos defrauda en Retablillo de don Cristóbal sobre un texto del siglo XX. Siempre nos regala con puestas en escena elegantísimas y con ejercicios de experimentación. Todo ello hace de Nao d´amores una de las compañías más interesantes del panorama teatral contemporáneo.
Nao d´amores ofrece su personal versión de Retablillo de don Cristóbal de Lorca, manteniendo todo el sentido del humor, la sensibilidad y la plasticidad del texto original. En una propuesta que mezcla de forma elegantísima actores y títeres, música y efectos escénicos, Ana Zamora nos brinda la oportunidad de disfrutar de esta deliciosa historia de amores y enredos con toda la familia. Eduardo Mayo y Verónica Morejón ofrecen un trabajo interpretativo completísimo tanto con sus voces, como con la animación de los títeres. Espectacular.
LA ÚLTIMA BAMBALINA: “El olor a libertad de un "Retablillo de don Cristóbal" más necesario que nunca”. José Luis González Subías, 24/04/2022.
Gracias a Dios que, contra viento y marea, todavía hay colectivos e individualidades que mantienen viva la llama del conocimiento a través de su actividad artística, como viene dando muestra la compañía segoviana Nao d'amores en sus ya más de veinte años de vida. Decir Nao d'amores es decir cultura en mayúsculas; y cualquier montaje nacido de esta es garantía de calidad, exquisitez y originalidad escénicas. Ana Zamora nos ofrece en esta reciente propuesta un sesgo diferente, haciendo convivir marionetas con personajes de carne y hueso, en una mixtura de gran efectividad estética y dramática.
Magnífico trabajo actoral el llevado a cabo por Verónica Morejón, que da vida a una encantadora, simpática y divertidísima doña Rosita, además de al Director que introduce y despide la pieza; al igual que el de Eduardo Mayo, con quien comparte escena, protagonismo y calidad; encargado este último de dar vida a la Madre, al Poeta y al propio don Cristóbal, con el excelente manejo de sus manos y su voz. Acompaña a estos Isabel Zamora, habitual y necesario puntal instrumentista (a partir de los arreglos musicales de Alicia Lázaro) en los montajes de la compañía, quien completa ese festival sonoro, visual y primitivo, cercano y sencillo, que ha sabido crear Ana Zamora en su personal puesta en escena de Retablilo de don Cristóbal. Un nuevo acierto que hay que añadir a la ya abultada lista de méritos de la compañía Nao d'amores.
QUE REVIENTEN LOS ARTISTAS: “Inanimados en el Teatro de la Abadía”. Adolfo Simón, 23/04/2022.
Seres inanimados y, sin embargo, tienen más vida que muchos de carne y hueso. En el “Retablillo de dos Cristóbal” de Federico García Lorca los títeres de cachiporra se funden con los actores y aparecen-desaparecen del teatrillo de cartón piedra para diluir esa fina frontera entre la realidad y la ficción, lo animado y el muñeco de tela y madera. Una pieza deliciosa llena de soluciones ingeniosas.
KRITILO: “Una pieza de factura impecable en el Teatro de La Abadía”. Ángel Esteban Monje, 12/04/2022.
¿Es don Cristóbal popular? No, ya no es reconocido por el pueblo. Ya no le dice nada. Es más, si resurgiera debiera consumirse astillado en la pira de las nuevas inquisiciones. Es un contraejemplo y ahora solo queremos emulaciones prístinas de lo angelical. O sea, el Retablillo de don Cristóbal no es para niños (hoy); pero quizás debiera serlo; porque sencillamente es una farsa. Y las farsas rompen las reglas establecidas.
Ana Zamora nos ha introducido en un museo, donde no ha quedado más remedio que guardar ciertas piezas que ya no viven en sus hábitats, como ocurre con ciertas esculturas, ciertos mosaicos, etcétera. Pero, desde luego, es el mismo Lorca quien «encierra» a los títeres para un público burgués. Dicho esto, me parece un espectáculo exquisito, pero frío. Elaborado con grandísima profesionalidad, aunque sin ambiente festivo. Isabel Zamora, dentro de la escena, como no podía ser de otra manera en esta compañía, ameniza y refuerza a las teclas con tonadillas. Eduardo Mayo ha aprendido a manejarse con el títere de una manera muy satisfactoria, máxime cuando tiene que establecer el juego —a veces fulgurante (el ritmo es magnífico)— entre su Cristóbal insertado en sus dedos y él mismo como actor que, además, da réplicas haciendo de madre. Luego, Verónica Morejón, como doña Rosita, también está estupenda. Con ella se gana en ironía y en sagacidad, por esa querencia lorquina no ya en defender a las mujeres, si no en otorgarles un poderío inequívoco.
Por otra parte, no hay que olvidarse del gran trabajo que ha realizado David Faraco en el espacio escénico, pues esa «Posada del mundo» es tan sencilla en su primera configuración, como atrayente en sus aperturas y recolocaciones para propiciar unas perspectivas que hacen ganar mucho a la obra en su conjunto. De hecho, creo que esas posibilidades escenográficas son las que mejor justifican esta situación dentro de un teatro cerrado. A ello se suma la iluminación de Pedro Yagüe, que potencia los colores básicos del retablo; pero también las sombras que acentúan lo carnavalesco y el vestuario infantil, escolar y caligráfico ideado por Deborah Macías.
PRENSA SOCIAL: “Retablillo de Don Cristóbal”. Luis de Luis Otero, 08/04/2022
En este “Retablillo de Don Cristóbal”, sobre un lecho de collares de notas, redobles alborozados y compases regocijados que crea Isabel Zamora, se deslizan Eduardo Mayo y Verónica Morejón en un pas à deux armónico, sensual y suave. Dan pasos sin arrugas ni pliegues, envueltos en una sábana escrita con caligrafía larga e hilo inocente para contar las aventuras salaces y liberadoras, descaradas y alegres de don Cristobita.
Tengo para mí que Lorca querría ver esta función convertida en la fiesta de desparpajo, desenvoltura y felicidad que ha creado Ana Zamora. Una fiesta lorquiana donde las palabrotas suenan a verso, las cachiporras acarician y la luna maquilla con todos los colores del blanco deseos dispuestos a no dejarse contener.
EL DIARIO CRÍTICO: “Lorca, Nao d’amores y los títeres de cachiporra en La Abadía”. José Miguel Vila, 07/04/2022.
Una versión del texto de Federico García Lorca que, en manos de Nao d’amores, se convierte en un espléndido, divertido, poético, riguroso y hermosísimo experimento teatral. Interpretado por unos magníficos Eduardo Mayo, Verónica Morejón e Isabel Zamora, los actores alternan su cuerpo y su voz propios con las voces y el movimiento de los muñecos de guiñol en un juego intenso, imparable y divertidísimo de personalidades que, además, combinan con la interpretación y las canciones que aporta el inmenso talento y trabajo de investigación en musicología de Alicia Lázaro. Si a ello se le suma la fundamentada asesoría del trabajo con los títeres y el brillante diseño del espacio escénico de David Faraco, la poética iluminación de Pedro Yagüe, el siempre precioso vestuario de Deborah Macías, las cuidadas voces de los personajes que siempre vigila Vicente Fuentes, los bellísimos títeres de Ricardo Vergne y la chispeante coreografía de Javier García Ávila, el trabajo es sencillamente ejemplar. Respeto, humildad, esfuerzo y juego están presentes de principio a fin en esta nueva propuesta de Nao d’amores. Solo una adenda más. Esa chillona voz de don Cristóbal Polichinela, ejecutada con la tradicional lengüeta titiritesca suena algo confusa. No te asustes. Debe de ser así, difícilmente inteligible, fragmentada, incluso animal. Sucede lo mismo desde el siglo XVI –me comenta Ana Zamora-, y viene siendo así, por respeto a la sonoridad de este personaje, que en este tipo de teatro está por encima de lo intelectual. Estamos ante un nuevo y magnífico montaje de Nao d’amores. Imprescindible.
VISTA TEATRAL: “Retablillo de don Cristóbal en el Teatro de La Abadía”. Fernando Muñoz Jaen, 04/2022.
Regresar a Lorca siempre es reconfortante, te llega al corazón como pocos y nos reconcilia con nosotros mismos. Esta deliciosa propuesta en la que se mezclan los títeres con los actores y con la música en directo, es un viaje en el tiempo, a la esencia más pura de la tradición lorquiana. Volvemos a los pueblos andaluces, para saborear todo el ingenio del poeta, que nos lleva a un idílico mundo de risas, de inocencia, donde todo es posible y los sueños parecen estar más cerca de cumplirse. Cercana a la tradición del teatro de títeres, este montaje es un brillante juego de personajes y personas, de muñecos y actores, que nos hacen viajar a la niñez, pero con la irreverencia propia de los montajes con los que comenzó Lorca. Títeres que se comportan como lo más burdo de la sociedad, caricaturas de un mundo muy bien reflejado en una historia que no deja de sorprendernos desde su inicio. Pero no se engañen, nada en esta obra es superfluo, todo está meticulosamente ejecutado, con un despliegue tanto escénico como actoral prodigiosos. La historia comienza de forma tranquila, parece que asistiremos a un entrañable espectáculo de títeres al uso, pero nada más lejos de la realidad. Este montaje es eso y mucho más, nos lleva a la esencia misma de la obra de Lorca, a la idiosincrasia de personajes míticos de la tradición española, en un viaje que tardarán en olvidar. Esta producción de Nao d´amores, con la colaboración de Titirimundi, es una ingeniosa propuesta para toda la familia, con la ternura y la orfebrería que impregnan a todos sus proyectos. El resultado es brillante, divertido, entrañable, irreverente, bello, delicioso. Porque este juego al que nos invitan es una pieza impecable de teatro de títeres, pero también de composición escénica, de expresividad de sus actores los cuales nos ofrecen un abanico de voces que nos dejan perplejos. Este gran montaje es una impecable composición que une tradición y modernidad, con lo más significativo del teatro de títeres, pero con un lenguaje y una escenificación muy actual. Y todo esto lo ponen en escena Eduardo Mayo y Verónica Morejón como actores y al mando de los títeres, acompañados de Isabel Zamora al teclado. Eduardo Mayo nos regala un impecable catálogo de voces para los diferentes personajes. La voz de Don Cristóbal, todo un alarde de lengüeta, resulta por momentos indescifrable, pero le imprime un carácter muy especial que no deja de sorprender y hacer reír al espectador, y no deja indiferente a nadie. Grotesca, malhumorada, indescifrable por momentos, es una creación impecable. Por su parte Verónica Morejón está muy divertida en su papel de actriz en un mundo de títeres. Sus continuos cambios de registro, sus cuidados movimientos, su facilidad para la gesticulación, hacen de ella un personaje entrañable. Por último, Isabel Zamora secunda toda la obra con una impecable precisión al teclado.
Hemos querido dejar para el final la parte técnica porque nos ha parecido una verdadera delicia. La creación del espacio escénico por parte de David Faraco (responsable también del trabajo de títeres) es una maravilla. La aparente sencillez del teatrillo de títeres se va desplegando ante nosotros para crear espacios increíbles. El toque artesanal de la madera, esa alfombra en la que nos gustaría poder sentarnos a disfrutar el espectáculo, una escenografía que transporta a los tiempos felices de la niñez. A esto hay que sumar la luz tenue elegida por Pedro Yagüe, que nos abraza y nos protege como si estuviésemos en un lugar secreto. Y no podemos dejar de hablar de los arreglos musicales de Alicia Lázaro, que juega con nosotros para provocarnos sensaciones muy distintas en cada momento. Por último, el cuidado vestuario corre a cargo de Deborah Macías, y los títeres son creación de Ricardo Vergne.
No podemos decir, solo animarles a que vayan a verla y viajen a los tiempos del gran poeta, que se zambullan en esta increíble propuesta, llena de color y fantasía. Con la huella siempre presente de la compañía Nao d´amores, que saben tratar cada proyecto desde una visión diferente, muy personal e íntima, que le llega al espectador con la frescura de la brisa marina. Pocas propuestas encontrarán en la cartelera que destilen tanta dulzura, tanto cariño, tanta verdad. Corran al Abadía a este viaje a la infancia, a los orígenes mismos del teatro de títeres.
EL HERALDO DEL HENARES: “Donde tiembla enmarañada la oscura raíz del grito”. Gordon Craig, 24/07/2021.
“¿Alguien podría poner en duda que Lorca estaba retratando una época que se parece mucho a la nuestra? en un ambiente como éste, viciado y enrarecido, una pieza como esta, rozagante, bien humorada, traviesa y un punto pícara, donde los personajes expresan sus emociones sin cortapisas ni subterfugios y en un lenguaje de alto vuelo, supone una verdadera bocanada de aire fresco, un chute de alegría y optimismo, un lenitivo contra el pesimismo y un antídoto contra la retórica vacua de los censores y de los predicadores de última hora. Y un disfrute para los sentidos, que buena falta nos hace tras meses de abstinencia. Ana Zamora pone en pie de nuevo el viejo tinglado de la farsa para ofrecernos lo que casi parece una opereta bufa para marionetas por el papel tan relevante que ocupa la música como elemento consustancial en el desarrollo de la acción. ¡Qué grande el poder evocador de la marioneta! Acompañados de los acordes de la pianola ora graves y ceremoniosos ora saltarines y juguetones, los personajes del drama, muñecos y personas de carne y hueso mezclados en inextricable torbellino corretean y juegan al escondite por la embocadura y por los flancos del teatrillo dirimiendo sus cuitas y querellas amorosas. El espectáculo ofrece una meritoria interpretación de Isabel Zamora (música) y un esforzado trabajo actoral de Eduardo Mayo e Irene Serrano / Verónica Morejón, que se metamorfosean con singular pericia en los múltiples personajes y muñecos del drama prestándoles su voz y/o su presencia física cuando la ocasión lo requiere, entrando y saliendo del retablillo y provocando las carcajadas del público.”
PROYECTODUAS.COM: “Don Cristóbal Polichinela, o el espíritu de Lorca”. Sonia López, 01/07/2021.
“Verdad universal es que todo lo que sale de las manos de Nao d’amores es un regalo lleno de buen teatro y de un trabajo impecable de mucha calidad. Esta vez no iba a ser menos y han vuelto a sorprender al público con una propuesta que recupera el espíritu original del teatro de títeres y de lo que Lorca vio en ellos, desde la forma de declamar hasta el vestuario llevado a cabo de forma magnífica por Deborah Macías y Ángeles Marín. El equipo actoral, formado por Eduardo Mayo, Irene Serrano / Verónica Morejón e Isabel Zamora, realiza un trabajo excelente también dando vida y dividiéndonos con diversas marionetas llegando, incluso, a simultanearlas en escena con sus propios personajes. Todo ello se ve acogido dentro de un juego musical dirigido por Alicia Lázaro que recrea un ambiente erótico festivo y que recuerda a Federico y nos hace viajar desde la música tradicional al cuplé sicalíptico. En cuanto a la parte técnica, destaco la labor de las marionetas realizado por Ricardo Vergne. De una calidad sublime, recuerdan a tiempos pasados, a esas esculturas de la Edad Media que estamos acostumbrados a ver pero con más vida que nunca. El trabajo de títeres y el espacio escénico de David Faraco y la escenografía de Purple Servicios Creativos también se llevan alabanzas como no podía ser menos, en perfecta sintonía, con la iluminación creada por Pedro Yagüe.
Sin duda una obra a la que hay que seguir la pista y con la que deleitarse si vuelve a pasar por Madrid ya que no defrauda ni un solo instante.
EL ADELANTADO DE SEGOVIA: “Lorca y Nao d´Amores encandilan con su Retablo“. Maite Hernangómez – 06/09/2022
Esta versión del Retablo de Don Cristóbal de la compañía Nao d’amores nos embriaga alegra y deja boquiabiertos como bobalicones de ojos como platos, porque cada ingrediente de los que se compone esta puesta en escena, y no son pocos, es exquisito, y juntos constituyen un todo integrado.
Rosita es divertida, fresca, gamberra y subida de estrógenos ya que le canta y le grita una urraquita, lo interpreta Irene Serrano/Verónica Morejón y le presta su gracia, su alegría, su desenfado, y sus ganas de amor. Por su cuerpo resbalan y se adhieren los personajes masculinos, todos ellos títeres, algunos, como Currito, se deslizan y se aúpan por su pierna como si se tratara de un tobogán erótico, otros se cuelgan de su cuello, de su cara, de sus brazos, como insectos libidinosos.
Estos días hemos gozado con este trabajo de Nao d’amores. Nos tiene acostumbrados a la belleza y al rigor por una trayectoria impecable en el que cada alumbramiento parece mejorar al anterior, nuestros ojos de espectadores que también amamos los títeres volvieron a abrirse encantados ante este desplegable teatral y precioso.
Un retablillo humilde y silencioso iluminado de maravilla por Pedro Yagüe, con un rótulo en la parte de arriba que dice: Posada del mundo. En sus sucesivas transformaciones, leemos más abajo: de todos los desamparados. Qué tierna es esta frase cargada de significado: Posada de todos los desamparados del mundo ¿Se referirá a los humildes títeres nacidos del pueblo que habitan los teatrillos, o a nosotros público? Parece una oración, y sí, algunos nos cobijamos en el teatro, de la misma manera en la que otros van a misa.
David Faraco, es el ideólogo y constructor de estos artilugios teatrales, y esto se le da muy bien. Un bravo por ello, y otro, por haber entrenado a los actores en la técnica de guiñol con lengüeta incluida. Bien por el actor Eduardo Mayo y por el trabajo que ha hecho convirtiéndose en Don Cristóbal. Ana y su equipo han trabajo con esa inteligencia del corazón, con esa pureza en la mirada que se asemeja al encantamiento del niño ante la vida intensa, extraña y misteriosa de un títere. Los títeres de cachiporra parecen nacidos para mostrarnos cuanto de juguetón y maravilloso tiene la vida. La directora de este juguete teatral, Ana Zamora, con ese hacer minucioso, estudiado, tratado e inspirado que le caracteriza, nos ofrece una vez más un espectáculo de teatro puro. Estamos acostumbrados a que Ana no de puntada sin hilo. La imaginamos en su residencia en Roma, en sus viajes por toda Italia viendo teatritos y conociendo a los cómicos mientras iría imaginando esbozos, imágenes, embriones. Esta forma de producir teatro es otra de las señas de identidad de la Compañía Nao d amores, darle tiempo a lo que está hecho de tiempo, y espacio a lo que espacio necesita.
Isabel Zamora, la intérprete música, cuya presencia en escena es deliciosa, es más que una música, es el poeta o la poeta desdoblado en música, su trabajo, como intérprete de piano y otras sonoridades del teclado revestido de sonoridad de caja de piano verdadero, es impecable. Detrás de la selección hermosísima y acertada de las músicas y canciones que van desde el siglo XVII hasta la mitad del siglo XX, está Alicia Lázaro, otro de los pilares de Nao d’amores.
Creo que tanto a Federico García Lorca como al homenajeado Julio Michel les hubiera gustado este Retablo de Don Cristóbal, como le ha gustado al público que ha asistido estos días a sus funciones.
EL NORTE DE CASTILLA: “Don Cristóbal, Lorca, Michel… y Ana Zamora”. Angélica Tanarro, 05/09/2021
Uno de los elementos de la ecuación que mide la densidad de toda empresa creativa es el riesgo. Ese abandono o siquiera alejamiento del camino conocido, aunque sea un camino bien pisado que conduzca a metas donde el clima artístico esté asegurado. Hay creadores que siempre buscan. Nao d’amores lo ha vuelto a hacer.
Atrapar a Lorca a la manera de Zamora es bucear en documentación, investigar, conjugar tradición y modernidad, dibujar un puzzle complejo en el que vayan casando elementos de distintas tradiciones, la Comedia del Arte, la chispa del teatro popular, la genialidad del autor del ‘Romancero gitano’ … con la dificultad añadida de que el resultado de toda esta operación ha de ser un espectáculo fresco, dinámico, aparentemente sencillo donde lo ‘popular’, sus guiños, bromas, picardías y sobreentendidos no pierdan sentido. Y Nao d’amores lo consigue. Una vez más. Su Retablillo tiene los pies en esa tradición, pero vuela también por la imaginación de su directora. Quien haya visto los espectáculos anteriores de la compañía lo reconocerá: en la forma de engarzar la música en directo en el eje vertebral de la representación (música que combina una seguidilla del XVIII con momentos de Erik Satie o Scott Joplin), en la intención de cada detalle ya sea una tela polivalente, un guiño del vestuario o el más pequeño elemento escénico… Este Retablillo compone momentos estéticos inolvidables y mágicos. Lo sostienen en escena Isabel Zamora, Irene Serrano/ Verónica Morejón y Eduardo Mayo y, además de los habituales de la compañía en sus distintas especialidades, merece mención aparte el papel de David Faraco tanto en los títeres como en el espacio escénico. Recalará este barco en otros escenarios, incluido el Teatro de La Abadía de Madrid, cogerá aún más ritmo y precisión y ojalá traspase esa barrera que siempre aqueja al teatro de marionetas para llegar a su público natural que en este caso es más un público adulto y joven. Desnúdense de prejuicios, hágase el silencio y déjense llevar… Necesitarán repetir para saborear todos los ingredientes de esta preciosa farsa.
BITÁCORA – BLOG TITIRIMUNDI: “Un regalo de Nao d’amores”. Alfonso Arribas, 04/09/2021.
Pues qué emocionante ha sido ver a Nao d’amores regalando un montaje espléndido a esta edición de Titirimundi, y qué homenaje más redondo, disfrutable y sentido de Ana Zamora y toda la compañía a Julio Michel, reconocido ascendente teatral de la directora y creador de este festival que sigue tejiendo magia con los hilos disponibles, a veces seda y otras cáñamo.
Este Retablillo de Don Cristóbal es producto de la investigación, del conocimiento y de la reflexión sobre la tradición titiritera española y europea, de esa raíz a la que Michel siempre dirigía los focos porque sigue siendo un patrimonio en peligro de desprecio o, lo que es peor, de olvido. Este regalo de Nao d’amores, que lo es porque nunca la cachiporra sonó tan melódica, empapa a nuestro teatro de marionetas con toda esa sabiduría teatral que ha acumulado la compañía a lo largo de los años y de montajes valientes. Existe un trabajazo actoral y de manipulación, la música es deliciosa, la puesta en escena ágil y creativa. Esta propuesta es ya uno de los estandartes que adornan los mástiles más altos del festival de títeres con más corazón del mundo.
INTRODUCCIÓN
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EL ESPECTÁCULO
¿Fue Federico García Lorca el héroe rescatador de una tradición moribunda, al empeñarse en integrar los títeres de cachiporra en el gran teatro de su tiempo, o más bien el intelectual que acabó con lo poco que quedaba del referente popular, poetizando al más ácrata de nuestros grandes personajes teatrales? En esta dualidad debemos movernos, y este es nuestro punto de partida para encerrarnos en la sala de ensayos e intentar entender lo que el autor propone desde sus textos dedicados al teatro de muñecos (Cristobícal-Burla, Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita, y Retablillo de don Cristóbal).
Nihil novum sub sole, dice el Eclesiastés, y han sido muchos los grandes nombres del panorama escénico español, tanto del teatro convencional como del ámbito de los títeres, que han recorrido este camino antes que nosotros. Nao d´amores, con humildad, con respeto pero sin miedo, se sumerge en esta apasionante experiencia para valorar su sentido dramático, que condensa la mirada crítica, satírica y popular, que tanto necesita nuestra escena contemporánea.
No somos, ni pretendemos ser,una compañía de títeres, sin embargo, nuestro lenguaje, marcado por la teatralidad más directa, sintética y primaria, ha estado desde siempre ligado al ámbito del teatro de muñecos. En este año 2021, con motivo de la celebración de nuestro XX Aniversario, regresamos a nuestros orígenes para adentrarnos en una reflexión escénica en torno a este arte milenario, en nuestro empeño por aprender jugando.
Este ejercicio de indagación teatral está dedicado a la memoria de Julio Michel, titiritero, maestro y amigo que dignificó las artes de la marioneta en España, y consiguió que toda una generación criada en una ciudad donde no había cines ni teatros, aprendiese a soñar otros mundos posibles, y que muchos hayamos dedicado nuestra vida a las artes escénicas en sus más plurales caminos.
Ana Zamora
LA MÚSICA DE DON CRISTÓBAL |
Abordar la música de un espectáculo con tantas referencias sonoras – las que seguramente están en la mente de cualquier aficionado o teatrero que haya transitado por la obra de García Lorca - es casi tan complicado como enfrentarse a los que carecen en absoluto de ellas. Pero en ambos casos el abordaje es parecido, si queremos hacer del mundo sonoro de la obra un experiencia creativa que aporte nuevas visiones a la dramaturgia, de la que la música es también parte. La primera y principal pregunta que nos hacemos desde el equipo creativo, en cualquier caso, es siempre la misma: ¿Qué experiencias, qué datos, qué vivencias, qué contenidos y qué formas contienen, de forma directa o colateral, los personajes, las situaciones, el momento histórico del autor, y los antecedentes del género?. En definitiva: ¿dónde buscar datos que aporten algo nuevo/viejo al montaje?. Dos impulsos, dos pulsiones contrastadas, aparecen claramente desde el inicio de nuestro trabajo de búsqueda, y ambas movilizaron la creatividad de los autores, músicos, escritores, poetas, de la Edad de Plata: el aparente conflicto entre “Modernidad” y “Tradición”. En lo musical, las investigaciones del proto-musicólogo Felipe Pedrell (1841-1922) abarcaron tanto la música tradicional como el gran legado del renacimiento, e inspiraron a autores como Turina, Granados, Albéniz, Falla, en eso que hoy conocemos como “nacionalismo musical”. Y por otra parte, la modernidad, que en aquellos años venía, evidentemente, de París, sin olvidar la fascinación que el “proto-jazz” de Scott Joplin ejerció sobre muchos de los autores de esta generación. Con estas dos rutas de navegación musical (hacia adelante / hacia atrás) nos hemos embarcado en la búsqueda de referencias. La musicología española ha avanzado ya algo desde Pedrell, y hoy podemos bucear más y mejor en la música del pasado. El hallazgo de una seguidilla de Luis Missón, “Seguidillas nuevas de Purchinela” fechada en 1762 y destinada sin duda a algún intermedio teatral, nos permite no solo adelantar algún año la presencia de Don Cristóbal en la escena madrileña, o escuchar las intervenciones musicales del propio títere, insertadas en la partitura original, sino también sospechar que en ese legado de tonadilla escénica debían aparecer algunos de los otros personajes, caracteres, emblemas, situaciones, como efectivamente ha sido. Los “matachines”, música de saltimbanquis, venidos de aún más atrás, del siglo XVII, el tambor titiritero, o la guitarra de las barberías, completarán el “mundo tradición” . Eric Satie y Scott Joplin nos acompañan en lo que fue modernidad para los autores de aquel momento. Y a Miguel López, profesor, pianista, compositor, debemos alguna aportación moderna al mundo de las canciones tradicionales. Disfruten. Y dígannos sus penas, que a las de Don Cristóbal daremos albergue en este montaje. Alicia Lázaro
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FICHA ARTÍSTICA
Dramaturgia y Dirección Interpretación Trabajo de títeres y espacio escénico Arreglos y dirección musical Trabajo de voz y palabra Vestuario
| Iluminación Títeres Coreografía Realización de vestuario Realización de escenografía Dirección Técnica Producción Ejecutiva Distribución
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Espectáculo para todos los públicos (aunque no se muestran imágenes explícitas, el texto de Federico García Lorca hace referencia constante a lo escatológico, lo sexual y la violencia connatural al teatro de títeres tradicional). Duración 60 minutos aprox. | |||
Dedicado a la memoria de Julio Michel | |||
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CON LA COLABORACIÓN DE: |
PRENSA
EXTRACTOS DE CRÍTICAS DEL DON CRISTÓBAL
(Actualizado 19/04/2022)
CINEMAGAVIA: “El alma lorquiana de los títeres”
María Zapata Clavería, 26/04/2022
Sobre el escenario un retablo colorido nos traslada al mundo popular de los títeres convirtiéndonos en espectadores de estas exhibiciones callejeras de la tradición más ancestral. Isabel Zamora al piano se encarga de poner la banda sonora a esta loca historia de amor y enredos. La música, diseñada por Alicia Lázaro, también nos traslada al mundo de las fiestas populares, donde las canciones tienen una importancia capital
Eduardo Mayo y Verónica Morejón interpretan a todos los personajes, pasando de uno a otro de forma fluida y sorprendente. Los títeres cobran vida mágicamente ante nuestros ojos y la simbiosis entre actores y marionetas crea un efecto fascinante.
La compañía Nao d`amores no nos defrauda en Retablillo de don Cristóbal sobre un texto del siglo XX. Siempre nos regala con puestas en escena elegantísimas y con ejercicios de experimentación. Todo ello hace de Nao d´amores una de las compañías más interesantes del panorama teatral contemporáneo.
Nao d´amores ofrece su personal versión de Retablillo de don Cristóbal de Lorca, manteniendo todo el sentido del humor, la sensibilidad y la plasticidad del texto original. En una propuesta que mezcla de forma elegantísima actores y títeres, música y efectos escénicos, Ana Zamora nos brinda la oportunidad de disfrutar de esta deliciosa historia de amores y enredos con toda la familia. Eduardo Mayo y Verónica Morejón ofrecen un trabajo interpretativo completísimo tanto con sus voces, como con la animación de los títeres. Espectacular.
LA ÚLTIMA BAMBALINA: “El olor a libertad de un "Retablillo de don Cristóbal" más necesario que nunca”. José Luis González Subías, 24/04/2022.
Gracias a Dios que, contra viento y marea, todavía hay colectivos e individualidades que mantienen viva la llama del conocimiento a través de su actividad artística, como viene dando muestra la compañía segoviana Nao d'amores en sus ya más de veinte años de vida. Decir Nao d'amores es decir cultura en mayúsculas; y cualquier montaje nacido de esta es garantía de calidad, exquisitez y originalidad escénicas. Ana Zamora nos ofrece en esta reciente propuesta un sesgo diferente, haciendo convivir marionetas con personajes de carne y hueso, en una mixtura de gran efectividad estética y dramática.
Magnífico trabajo actoral el llevado a cabo por Verónica Morejón, que da vida a una encantadora, simpática y divertidísima doña Rosita, además de al Director que introduce y despide la pieza; al igual que el de Eduardo Mayo, con quien comparte escena, protagonismo y calidad; encargado este último de dar vida a la Madre, al Poeta y al propio don Cristóbal, con el excelente manejo de sus manos y su voz. Acompaña a estos Isabel Zamora, habitual y necesario puntal instrumentista (a partir de los arreglos musicales de Alicia Lázaro) en los montajes de la compañía, quien completa ese festival sonoro, visual y primitivo, cercano y sencillo, que ha sabido crear Ana Zamora en su personal puesta en escena de Retablilo de don Cristóbal. Un nuevo acierto que hay que añadir a la ya abultada lista de méritos de la compañía Nao d'amores.
QUE REVIENTEN LOS ARTISTAS: “Inanimados en el Teatro de la Abadía”
Adolfo Simón, 23/04/2022.
Seres inanimados y, sin embargo, tienen más vida que muchos de carne y hueso. En el “Retablillo de dos Cristóbal” de Federico García Lorca los títeres de cachiporra se funden con los actores y aparecen-desaparecen del teatrillo de cartón piedra para diluir esa fina frontera entre la realidad y la ficción, lo animado y el muñeco de tela y madera. Una pieza deliciosa llena de soluciones ingeniosas.
KRITILO: “Una pieza de factura impecable en el Teatro de La Abadía”
Ángel Esteban Monje, 12/04/2022.
¿Es don Cristóbal popular? No, ya no es reconocido por el pueblo. Ya no le dice nada. Es más, si resurgiera debiera consumirse astillado en la pira de las nuevas inquisiciones. Es un contraejemplo y ahora solo queremos emulaciones prístinas de lo angelical. O sea, el Retablillo de don Cristóbal no es para niños (hoy); pero quizás debiera serlo; porque sencillamente es una farsa. Y las farsas rompen las reglas establecidas.
Ana Zamora nos ha introducido en un museo, donde no ha quedado más remedio que guardar ciertas piezas que ya no viven en sus hábitats, como ocurre con ciertas esculturas, ciertos mosaicos, etcétera. Pero, desde luego, es el mismo Lorca quien «encierra» a los títeres para un público burgués. Dicho esto, me parece un espectáculo exquisito, pero frío. Elaborado con grandísima profesionalidad, aunque sin ambiente festivo. Isabel Zamora, dentro de la escena, como no podía ser de otra manera en esta compañía, ameniza y refuerza a las teclas con tonadillas. Eduardo Mayo ha aprendido a manejarse con el títere de una manera muy satisfactoria, máxime cuando tiene que establecer el juego —a veces fulgurante (el ritmo es magnífico)— entre su Cristóbal insertado en sus dedos y él mismo como actor que, además, da réplicas haciendo de madre. Luego, Verónica Morejón, como doña Rosita, también está estupenda. Con ella se gana en ironía y en sagacidad, por esa querencia lorquina no ya en defender a las mujeres, si no en otorgarles un poderío inequívoco.
Por otra parte, no hay que olvidarse del gran trabajo que ha realizado David Faraco en el espacio escénico, pues esa «Posada del mundo» es tan sencilla en su primera configuración, como atrayente en sus aperturas y recolocaciones para propiciar unas perspectivas que hacen ganar mucho a la obra en su conjunto. De hecho, creo que esas posibilidades escenográficas son las que mejor justifican esta situación dentro de un teatro cerrado. A ello se suma la iluminación de Pedro Yagüe, que potencia los colores básicos del retablo; pero también las sombras que acentúan lo carnavalesco y el vestuario infantil, escolar y caligráfico ideado por Deborah Macías.
PRENSA SOCIAL: “Retablillo de Don Cristóbal”
Luis de Luis Otero, 08/04/2022
En este “Retablillo de Don Cristóbal”, sobre un lecho de collares de notas, redobles alborozados y compases regocijados que crea Isabel Zamora, se deslizan Eduardo Mayo y Verónica Morejón en un pas à deux armónico, sensual y suave. Dan pasos sin arrugas ni pliegues, envueltos en una sábana escrita con caligrafía larga e hilo inocente para contar las aventuras salaces y liberadoras, descaradas y alegres de don Cristobita.
Tengo para mí que Lorca querría ver esta función convertida en la fiesta de desparpajo, desenvoltura y felicidad que ha creado Ana Zamora. Una fiesta lorquiana donde las palabrotas suenan a verso, las cachiporras acarician y la luna maquilla con todos los colores del blanco deseos dispuestos a no dejarse contener.
EL DIARIO CRÍTICO: “Lorca, Nao d’amores y los títeres de cachiporra en La Abadía”. José Miguel Vila, 07/04/2022.
Una versión del texto de Federico García Lorca que, en manos de Nao d’amores, se convierte en un espléndido, divertido, poético, riguroso y hermosísimo experimento teatral. Interpretado por unos magníficos Eduardo Mayo, Verónica Morejón e Isabel Zamora, los actores alternan su cuerpo y su voz propios con las voces y el movimiento de los muñecos de guiñol en un juego intenso, imparable y divertidísimo de personalidades que, además, combinan con la interpretación y las canciones que aporta el inmenso talento y trabajo de investigación en musicología de Alicia Lázaro. Si a ello se le suma la fundamentada asesoría del trabajo con los títeres y el brillante diseño del espacio escénico de David Faraco, la poética iluminación de Pedro Yagüe, el siempre precioso vestuario de Deborah Macías, las cuidadas voces de los personajes que siempre vigila Vicente Fuentes, los bellísimos títeres de Ricardo Vergne y la chispeante coreografía de Javier García Ávila, el trabajo es sencillamente ejemplar. Respeto, humildad, esfuerzo y juego están presentes de principio a fin en esta nueva propuesta de Nao d’amores. Solo una adenda más. Esa chillona voz de don Cristóbal Polichinela, ejecutada con la tradicional lengüeta titiritesca suena algo confusa. No te asustes. Debe de ser así, difícilmente inteligible, fragmentada, incluso animal. Sucede lo mismo desde el siglo XVI –me comenta Ana Zamora-, y viene siendo así, por respeto a la sonoridad de este personaje, que en este tipo de teatro está por encima de lo intelectual. Estamos ante un nuevo y magnífico montaje de Nao d’amores. Imprescindible.
VISTA TEATRAL: “Retablillo de don Cristóbal en el Teatro de La Abadía”
Fernando Muñoz Jaen, 04/2022.
Regresar a Lorca siempre es reconfortante, te llega al corazón como pocos y nos reconcilia con nosotros mismos. Esta deliciosa propuesta en la que se mezclan los títeres con los actores y con la música en directo, es un viaje en el tiempo, a la esencia más pura de la tradición lorquiana. Volvemos a los pueblos andaluces, para saborear todo el ingenio del poeta, que nos lleva a un idílico mundo de risas, de inocencia, donde todo es posible y los sueños parecen estar más cerca de cumplirse. Cercana a la tradición del teatro de títeres, este montaje es un brillante juego de personajes y personas, de muñecos y actores, que nos hacen viajar a la niñez, pero con la irreverencia propia de los montajes con los que comenzó Lorca. Títeres que se comportan como lo más burdo de la sociedad, caricaturas de un mundo muy bien reflejado en una historia que no deja de sorprendernos desde su inicio. Pero no se engañen, nada en esta obra es superfluo, todo está meticulosamente ejecutado, con un despliegue tanto escénico como actoral prodigiosos. La historia comienza de forma tranquila, parece que asistiremos a un entrañable espectáculo de títeres al uso, pero nada más lejos de la realidad. Este montaje es eso y mucho más, nos lleva a la esencia misma de la obra de Lorca, a la idiosincrasia de personajes míticos de la tradición española, en un viaje que tardarán en olvidar. Esta producción de Nao d´amores, con la colaboración de Titirimundi, es una ingeniosa propuesta para toda la familia, con la ternura y la orfebrería que impregnan a todos sus proyectos. El resultado es brillante, divertido, entrañable, irreverente, bello, delicioso. Porque este juego al que nos invitan es una pieza impecable de teatro de títeres, pero también de composición escénica, de expresividad de sus actores los cuales nos ofrecen un abanico de voces que nos dejan perplejos. Este gran montaje es una impecable composición que une tradición y modernidad, con lo más significativo del teatro de títeres, pero con un lenguaje y una escenificación muy actual. Y todo esto lo ponen en escena Eduardo Mayo y Verónica Morejón como actores y al mando de los títeres, acompañados de Isabel Zamora al teclado. Eduardo Mayo nos regala un impecable catálogo de voces para los diferentes personajes. La voz de Don Cristóbal, todo un alarde de lengüeta, resulta por momentos indescifrable, pero le imprime un carácter muy especial que no deja de sorprender y hacer reír al espectador, y no deja indiferente a nadie. Grotesca, malhumorada, indescifrable por momentos, es una creación impecable. Por su parte Verónica Morejón está muy divertida en su papel de actriz en un mundo de títeres. Sus continuos cambios de registro, sus cuidados movimientos, su facilidad para la gesticulación, hacen de ella un personaje entrañable. Por último, Isabel Zamora secunda toda la obra con una impecable precisión al teclado.
Hemos querido dejar para el final la parte técnica porque nos ha parecido una verdadera delicia. La creación del espacio escénico por parte de David Faraco (responsable también del trabajo de títeres) es una maravilla. La aparente sencillez del teatrillo de títeres se va desplegando ante nosotros para crear espacios increíbles. El toque artesanal de la madera, esa alfombra en la que nos gustaría poder sentarnos a disfrutar el espectáculo, una escenografía que transporta a los tiempos felices de la niñez. A esto hay que sumar la luz tenue elegida por Pedro Yagüe, que nos abraza y nos protege como si estuviésemos en un lugar secreto. Y no podemos dejar de hablar de los arreglos musicales de Alicia Lázaro, que juega con nosotros para provocarnos sensaciones muy distintas en cada momento. Por último, el cuidado vestuario corre a cargo de Deborah Macías, y los títeres son creación de Ricardo Vergne.
No podemos decir, solo animarles a que vayan a verla y viajen a los tiempos del gran poeta, que se zambullan en esta increíble propuesta, llena de color y fantasía. Con la huella siempre presente de la compañía Nao d´amores, que saben tratar cada proyecto desde una visión diferente, muy personal e íntima, que le llega al espectador con la frescura de la brisa marina. Pocas propuestas encontrarán en la cartelera que destilen tanta dulzura, tanto cariño, tanta verdad. Corran al Abadía a este viaje a la infancia, a los orígenes mismos del teatro de títeres.
EL HERALDO DEL HENARES: “Donde tiembla enmarañada la oscura raíz del grito”. Gordon Craig, 24/07/2021.
“¿Alguien podría poner en duda que Lorca estaba retratando una época que se parece mucho a la nuestra? en un ambiente como éste, viciado y enrarecido, una pieza como esta, rozagante, bien humorada, traviesa y un punto pícara, donde los personajes expresan sus emociones sin cortapisas ni subterfugios y en un lenguaje de alto vuelo, supone una verdadera bocanada de aire fresco, un chute de alegría y optimismo, un lenitivo contra el pesimismo y un antídoto contra la retórica vacua de los censores y de los predicadores de última hora. Y un disfrute para los sentidos, que buena falta nos hace tras meses de abstinencia. Ana Zamora pone en pie de nuevo el viejo tinglado de la farsa para ofrecernos lo que casi parece una opereta bufa para marionetas por el papel tan relevante que ocupa la música como elemento consustancial en el desarrollo de la acción. ¡Qué grande el poder evocador de la marioneta! Acompañados de los acordes de la pianola ora graves y ceremoniosos ora saltarines y juguetones, los personajes del drama, muñecos y personas de carne y hueso mezclados en inextricable torbellino corretean y juegan al escondite por la embocadura y por los flancos del teatrillo dirimiendo sus cuitas y querellas amorosas. El espectáculo ofrece una meritoria interpretación de Isabel Zamora (música) y un esforzado trabajo actoral de Eduardo Mayo e Irene Serrano / Verónica Morejón, que se metamorfosean con singular pericia en los múltiples personajes y muñecos del drama prestándoles su voz y/o su presencia física cuando la ocasión lo requiere, entrando y saliendo del retablillo y provocando las carcajadas del público.”
PROYECTODUAS.COM: “Don Cristóbal Polichinela, o el espíritu de Lorca”
Sonia López, 01/07/2021.
“Verdad universal es que todo lo que sale de las manos de Nao d’amores es un regalo lleno de buen teatro y de un trabajo impecable de mucha calidad. Esta vez no iba a ser menos y han vuelto a sorprender al público con una propuesta que recupera el espíritu original del teatro de títeres y de lo que Lorca vio en ellos, desde la forma de declamar hasta el vestuario llevado a cabo de forma magnífica por Deborah Macías y Ángeles Marín. El equipo actoral, formado por Eduardo Mayo, Irene Serrano / Verónica Morejón e Isabel Zamora, realiza un trabajo excelente también dando vida y dividiéndonos con diversas marionetas llegando, incluso, a simultanearlas en escena con sus propios personajes. Todo ello se ve acogido dentro de un juego musical dirigido por Alicia Lázaro que recrea un ambiente erótico festivo y que recuerda a Federico y nos hace viajar desde la música tradicional al cuplé sicalíptico. En cuanto a la parte técnica, destaco la labor de las marionetas realizado por Ricardo Vergne. De una calidad sublime, recuerdan a tiempos pasados, a esas esculturas de la Edad Media que estamos acostumbrados a ver pero con más vida que nunca. El trabajo de títeres y el espacio escénico de David Faraco y la escenografía de Purple Servicios Creativos también se llevan alabanzas como no podía ser menos, en perfecta sintonía, con la iluminación creada por Pedro Yagüe.
Sin duda una obra a la que hay que seguir la pista y con la que deleitarse si vuelve a pasar por Madrid ya que no defrauda ni un solo instante.
EL ADELANTADO DE SEGOVIA: “Lorca y Nao d´Amores encandilan con su Retablo“. Maite Hernangómez – 06/09/2022
Esta versión del Retablo de Don Cristóbal de la compañía Nao d’amores nos embriaga alegra y deja boquiabiertos como bobalicones de ojos como platos, porque cada ingrediente de los que se compone esta puesta en escena, y no son pocos, es exquisito, y juntos constituyen un todo integrado.
Rosita es divertida, fresca, gamberra y subida de estrógenos ya que le canta y le grita una urraquita, lo interpreta Irene Serrano/Verónica Morejón y le presta su gracia, su alegría, su desenfado, y sus ganas de amor. Por su cuerpo resbalan y se adhieren los personajes masculinos, todos ellos títeres, algunos, como Currito, se deslizan y se aúpan por su pierna como si se tratara de un tobogán erótico, otros se cuelgan de su cuello, de su cara, de sus brazos, como insectos libidinosos.
Estos días hemos gozado con este trabajo de Nao d’amores. Nos tiene acostumbrados a la belleza y al rigor por una trayectoria impecable en el que cada alumbramiento parece mejorar al anterior, nuestros ojos de espectadores que también amamos los títeres volvieron a abrirse encantados ante este desplegable teatral y precioso.
Un retablillo humilde y silencioso iluminado de maravilla por Pedro Yagüe, con un rótulo en la parte de arriba que dice: Posada del mundo. En sus sucesivas transformaciones, leemos más abajo: de todos los desamparados. Qué tierna es esta frase cargada de significado: Posada de todos los desamparados del mundo ¿Se referirá a los humildes títeres nacidos del pueblo que habitan los teatrillos, o a nosotros público? Parece una oración, y sí, algunos nos cobijamos en el teatro, de la misma manera en la que otros van a misa.
David Faraco, es el ideólogo y constructor de estos artilugios teatrales, y esto se le da muy bien. Un bravo por ello, y otro, por haber entrenado a los actores en la técnica de guiñol con lengüeta incluida. Bien por el actor Eduardo Mayo y por el trabajo que ha hecho convirtiéndose en Don Cristóbal. Ana y su equipo han trabajo con esa inteligencia del corazón, con esa pureza en la mirada que se asemeja al encantamiento del niño ante la vida intensa, extraña y misteriosa de un títere. Los títeres de cachiporra parecen nacidos para mostrarnos cuanto de juguetón y maravilloso tiene la vida. La directora de este juguete teatral, Ana Zamora, con ese hacer minucioso, estudiado, tratado e inspirado que le caracteriza, nos ofrece una vez más un espectáculo de teatro puro. Estamos acostumbrados a que Ana no de puntada sin hilo. La imaginamos en su residencia en Roma, en sus viajes por toda Italia viendo teatritos y conociendo a los cómicos mientras iría imaginando esbozos, imágenes, embriones. Esta forma de producir teatro es otra de las señas de identidad de la Compañía Nao d amores, darle tiempo a lo que está hecho de tiempo, y espacio a lo que espacio necesita.
Isabel Zamora, la intérprete música, cuya presencia en escena es deliciosa, es más que una música, es el poeta o la poeta desdoblado en música, su trabajo, como intérprete de piano y otras sonoridades del teclado revestido de sonoridad de caja de piano verdadero, es impecable. Detrás de la selección hermosísima y acertada de las músicas y canciones que van desde el siglo XVII hasta la mitad del siglo XX, está Alicia Lázaro, otro de los pilares de Nao d’amores.
Creo que tanto a Federico García Lorca como al homenajeado Julio Michel les hubiera gustado este Retablo de Don Cristóbal, como le ha gustado al público que ha asistido estos días a sus funciones.
EL NORTE DE CASTILLA: “Don Cristóbal, Lorca, Michel… y Ana Zamora”
Angélica Tanarro, 05/09/2021
Uno de los elementos de la ecuación que mide la densidad de toda empresa creativa es el riesgo. Ese abandono o siquiera alejamiento del camino conocido, aunque sea un camino bien pisado que conduzca a metas donde el clima artístico esté asegurado. Hay creadores que siempre buscan. Nao d’amores lo ha vuelto a hacer.
Atrapar a Lorca a la manera de Zamora es bucear en documentación, investigar, conjugar tradición y modernidad, dibujar un puzzle complejo en el que vayan casando elementos de distintas tradiciones, la Comedia del Arte, la chispa del teatro popular, la genialidad del autor del ‘Romancero gitano’ … con la dificultad añadida de que el resultado de toda esta operación ha de ser un espectáculo fresco, dinámico, aparentemente sencillo donde lo ‘popular’, sus guiños, bromas, picardías y sobreentendidos no pierdan sentido. Y Nao d’amores lo consigue. Una vez más. Su Retablillo tiene los pies en esa tradición, pero vuela también por la imaginación de su directora. Quien haya visto los espectáculos anteriores de la compañía lo reconocerá: en la forma de engarzar la música en directo en el eje vertebral de la representación (música que combina una seguidilla del XVIII con momentos de Erik Satie o Scott Joplin), en la intención de cada detalle ya sea una tela polivalente, un guiño del vestuario o el más pequeño elemento escénico… Este Retablillo compone momentos estéticos inolvidables y mágicos. Lo sostienen en escena Isabel Zamora, Irene Serrano/ Verónica Morejón y Eduardo Mayo y, además de los habituales de la compañía en sus distintas especialidades, merece mención aparte el papel de David Faraco tanto en los títeres como en el espacio escénico. Recalará este barco en otros escenarios, incluido el Teatro de La Abadía de Madrid, cogerá aún más ritmo y precisión y ojalá traspase esa barrera que siempre aqueja al teatro de marionetas para llegar a su público natural que en este caso es más un público adulto y joven. Desnúdense de prejuicios, hágase el silencio y déjense llevar… Necesitarán repetir para saborear todos los ingredientes de esta preciosa farsa.
BITÁCORA – BLOG TITIRIMUNDI: “Un regalo de Nao d’amores”
Alfonso Arribas, 04/09/2021.
Pues qué emocionante ha sido ver a Nao d’amores regalando un montaje espléndido a esta edición de Titirimundi, y qué homenaje más redondo, disfrutable y sentido de Ana Zamora y toda la compañía a Julio Michel, reconocido ascendente teatral de la directora y creador de este festival que sigue tejiendo magia con los hilos disponibles, a veces seda y otras cáñamo.
Este Retablillo de Don Cristóbal es producto de la investigación, del conocimiento y de la reflexión sobre la tradición titiritera española y europea, de esa raíz a la que Michel siempre dirigía los focos porque sigue siendo un patrimonio en peligro de desprecio o, lo que es peor, de olvido. Este regalo de Nao d’amores, que lo es porque nunca la cachiporra sonó tan melódica, empapa a nuestro teatro de marionetas con toda esa sabiduría teatral que ha acumulado la compañía a lo largo de los años y de montajes valientes. Existe un trabajazo actoral y de manipulación, la música es deliciosa, la puesta en escena ágil y creativa. Esta propuesta es ya uno de los estandartes que adornan los mástiles más altos del festival de títeres con más corazón del mundo.